Canción de amor de primavera ucraniana
En la casa de mi abuela ucraniana en Chicago, alrededor de 1970, la Pascua comenzaba justo después de Navidad. Me despertaba el olor de una vela encendida, cera de abejas derretida, tintura de vinagre y café recién hecho. La abuela estaba sentada descalza en su mesa. En una mano sostiene un huevo. En el otro, sostenía una kistka, un lápiz óptico de madera bañado en cera. Cuando pintaba, florecían flores ucranianas, se tocaban composiciones musicales y brotaba trigo dorado. Mi abuela me tradujo sus recuerdos de casa. Los ucranianos llaman a estos huevos “pysanky” de “pysaty” que significa “escritura”. Y, oh, lo que escribieron las abuelas ucranianas, cada primavera. – Karen Doornibus
que envejece
En ese momento, era nuevo para mí: la sensación de estar enganchado. Cualquier sonrisa, mirada o reconocimiento sarcástico del juego que estábamos jugando estará dando vueltas en mi cabeza hasta que nos encontremos. Lo quería y lo disfruté todo: una breve conversación se sentía mucho más grande que el escritorio en el que nos sentamos; inflar y pasar un regalo de cumpleaños local; Besos cortos en la consola de mi auto cuando no estás en el parque. Durante dos meses, no pude dormir. Pero una vez que ella (a regañadientes) me habló de la otra chica en Colorado, todo pasó de moda muy rápido. – michelle wang
simbolos de esperanza
Cada 30 años más o menos, el Ramadán coincide con la Pascua. Mi madre es judía. Mi padre es musulmán. Estaba en conflicto acerca de mis religiones aparentemente dispares, pero ahora, a la edad de cincuenta años, me acepto completamente. Si Dios quiere, tendré ochenta años cuando coincidan las vacaciones. Este año estoy celebrando samosas y dátiles salados. Sumerjo matzá crujiente en lirio dulce. Mis dos hijos, de veinticinco años, son musulmanes de Bangladesh y judíos asquenazíes. Sus vacaciones recientemente convergieron en sus vidas. Que seamos tres símbolos de esperanza, de solidaridad entre musulmanes y judíos. Que todos los seres humanos vivan en paz. – Tamara MC
corre hacia él
Fui prematuro, nací antes de las 14 semanas. Los médicos dijeron que tal vez nunca caminaría. Todos los días, mi abuelo me llevaba a la UCIN susurrando: “Sé un luchador”. Treinta años más tarde, cuando supo que tenía cáncer, corrí el maratón de Boston de la Sociedad de Lucha contra la Leucemia y el Linfoma. Charlamos antes de las carreras largas y de los baños de hielo después del entrenamiento, riéndonos durante las millas. Murió cuatro días antes de la maratón del lunes. Mi abuela dijo: “Corre con él”. Lo hice, su foto colgó sobre mi corazón por 26.2 millas, desde Main Street en Hopkinton hasta Boylston Street en Boston. – samantha faciolo